"The mind-forged manacles I hear"
London (W. Blake)

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domingo, 28 de octubre de 2007

...que jamás he visto.

Debe haber sido la imagen más triste que jamás he visto y no sé si quiera volver a ver.
Primero una voz rasposa, doliente, antigua, a mis espaldas; porque yo me siento dando la espalda a todos los que suben para no ver las miradas inquisidoras de los que se sienten con derecho a pedirme que me pare y me canse, como si yo no tuviera dolor de espalda o no hiciera nada por ser así de joven.
La voz pedía, pedía con humildad, de verdad. Yo evito dejar que entre a mi sensibilidad el grito de todos los desesperados que piden, porque yo no lo tengo todo para darlo, incluso he pensado en no creerles a todos los necesitados. Pero esto fue demasiado. Me acuerdo de esa mujer que vendía diez por 100 pesos y yo no le hice caso, porque me dio vergüenza comprar sin necesidad, y llegar a mi casa diciendo que ayudé y que soy sensible, hasta el punto de tener que cerrar los ojos para no llorar con la cara de esa mujer, que no quizosimular lástima en su piel morena, si no intentar ganar algo con honradez. No como ese otro que siempre me topo, que mira para dar pena.
Pero ellos eran diferentes, para mi; quebraron todo protocolo con su sóla imagen. Primero la voz suplicante y después miré. Ahí estaban, con el típico discurso, pero mucho más creíble. Cuántos años de casados, no sé, no me sorprenderían unos cien, porque era demasiado el azote de sufrimientos que se dejaba ver en sus cabellos blancos para caber en pocos años. Ella con una mascarilla, caminó apenas entre los asientos y yo me apuré a sacar las monedas que creí que tenía y ncontré 10 pesos, luego 100. Ciento diez pesos y nada más pude darles, después de llamarla por el hombro, porque me pasó de largo como si no pudiera sentirme conmovida. Ciento diez pesos, y yo hubiera querido regalarles otra vida. El, de pie, agradecía con la cara contorsionada por el dolor de la vida y los años.
Esto fue demasiado, la imagen más triste que jamás he visto.
Y después apreté la garganta, para no llorar, cuando bajaron en el 25.

sábado, 20 de octubre de 2007

La escena perfecta


El segundo perfecto, entre tu boca y la mia, la total armonía. El silencio, y las nubes corriendo sobre nosotros, con sus destellos rosados, y sus interrupciones de cielo fulgurante, y la Luna, claro, infaltable telón de los instantes idealizados. La Luna, haciendo su último intento por acercarse al Sol, antes de que él apague su infatigable corona tras la linea eterna e inalcanzable del fin del día.
Los pasos incesantes, el ajetreo externo y los desgarrados por las barreras, siguen dando vueltas en las varas del tiempo; inevitable, imparable. Todos los Hombres empujand su paso indetenible hacia atras, no lograrían aminorar su velocidad, nisiquiera hacer vacilar su progreso y el envejecimiento; sin embargo, aquí, entre dos, logramos estatizar la vida, la muerte. El roce tibio de tu mano junto a la mia acaba de apartar la continuidad de la existencia. Asi es; la escena perfecta. Y mis cabellos sobre tu hombro, y tus ojos sobre los mios, y tu aliento bajo mi pecho. Asi es; la escena perfecta.