Siempre vuelves, como tiempo, como espacio, a lugar.
Son tus manos, las tuyas, que se arrojan al incrédulo más que a nadie y por eso dicen, tal vez, que dios se desvive por los perdidos.
Porque pisamos todas las grietas, metemos el pie en cada hoyo, por eso insistes, no te vas, y vuelves como tiempo, como espacio, a lugar. Como si se nos pudiera enseñar a caminar o, al menos, extendernos la pared para arrastrarnos hacia ella.
Porque eres terco, y nosotros lo somos más, nunca te vas, ni te dejamos ir.
Son tus manos, las tuyas, que se arrojan al incrédulo más que a nadie y por eso dicen, tal vez, que dios se desvive por los perdidos.
Porque pisamos todas las grietas, metemos el pie en cada hoyo, por eso insistes, no te vas, y vuelves como tiempo, como espacio, a lugar. Como si se nos pudiera enseñar a caminar o, al menos, extendernos la pared para arrastrarnos hacia ella.
Porque eres terco, y nosotros lo somos más, nunca te vas, ni te dejamos ir.
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