"The mind-forged manacles I hear"
London (W. Blake)

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martes, 1 de junio de 2010

Inconfesiones III

Sucede que no tengo oídos a los que recitar, por eso me invento imágenes de cera, por eso me recaudo algunas memorias para armar con ellas poemas como de amor, cuando me aburren los de vana razón o soledad. Es que no puedo soportar más tiempo sin ponerle algo de pereza dulce a esto, e imagino, por eso imagino, y le encuentro cuerpos a mis imaginanzas.

Pero a veces no puedo trazar más clara la línea entre la idea y el sensible; a veces, simplemente te pasas a este lado y creo que estás conmigo, de verdad conmigo, de verdad escuchándome, riéndome, tocándome. Después te subes al ascensor dialéctico y me dejas, perdida en la pregunta por tu esencia ¿Quid est?

A veces se me ocurre que quizás mis caminatas, debería reducirlas, para no darme licencia de pensarlo tanto y repasar hasta las huellas que dejamos en el barro. Tal vez si apagase el soundtrack, dejaría de inventar momentos ilusorios. ¿Pero cuál botón debieras presionar para apagarme tú a mí? Y así dejar de darle tanta vuelta al asfalto húmedo, la gente apretada y las luces de invierno.

Sucede que me canso hasta en los sueños y no puedo dejar de crearme y de creerme, como esquizofrénica. Hasta me voy quedando sin abastos argumentativos para justificar mi propia adicción alucinógena a escribir cuentos sin línea temporal.

Tal vez por eso no puedo dejar de perseguir mis pasos en marcha, agitada, hasta tenderme de cansancio en el suelo de vagones con destino establecido. Quizás así lleno este espacio universal vacío; absoluto absurdo direccional. Tal vez así nos enajenamos cuando se nos presenta muy de cerca la monstruosa presencia de la respuesta hueca al por qué.

Entonces yo te invento como un juego, como un arma, hasta verte por ahí hecho hombre, y te escribo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Sabes mucho, pero debes empezar a pisar sobre las mismas huellas...vas pendiente del suelo y no del cielo. Aunque quien soy yo para decirlo.