La frecuencia y la fuerza de mis latidos se amplifican en cantidades que superan la resistencia de mi pecho. Me desbordo de sangre y el oxígeno me penetra tan furtivamente que me ahoga y me satura la vida. Son espasmos, contracciones de terror y angustia; soledad, amiga y consecuencia de la independencia, y la adicción al calor de un sentimiento verdadero, en medio de tanto
sintetismo.
Los nervios me condenan a la incertidumbre y la esperanza insiste en quedarse, siempre.
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