"The mind-forged manacles I hear"
London (W. Blake)

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domingo, 15 de febrero de 2009

La llamada


Antes había estado en esa situación, pero nunca había tardado tanto en decidirme. Horas. Mis manos temblaban y parecía que de una situación tan simple pendía el futuro de mis ilusiones. Presionar la tecla, eso era todo. En la pantalla se leía su nombre y una serie de números que a veces repito en mi mente, para que no se me olviden. Lo dejé a un lado y caminé, sin ninguna orientación, sin sentido. Me pregunté, por primera vez en mucho tiempo, qué era mejor: Hacer lo que debía y responder a una dignidad adoptada, o dejar que mis sentimientos me llevasen sin pensar. La última opción siempre ha sido la correcta para mi, pero esta vez eran los sentimientos los que no estaban claros, es decir, no estaba claro qué era lo que quería. Cogí el maldito aparato con una mano y lo apreté, cerré los ojos y me dejé acariciar por el viento que se filtraba por debajo de las cortinas. Sabía que lo que yo esperaba era no tener que hacerlo, no quería marcar, quería que de pronto, en ese momento, fuera él quién llamara. Y eso era lo que debía hacer: esperar. ¿Qué voy a decir?, me pregunté. No tenía palabras, no sabía qué buscaba... Debía esperar. Me convencí.
A penas entreabriendo mis párpados pude ver que mi dedo se deslizaba y presionaba la tecla. "No contestes", pensé con miedo, "No lo hará", contestó la molesta voz de mi consciencia. Pude oír cómo marcaba: sonó dos veces y luego la llamada fue rechazada.
"Para eso tanto show...", fue lo único que alcancé a decir, aliviada, antes de correr a escribir lo que sentí en mi ridícula aventura con el teléfono.

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