Mirar al cielo. Eso es lo que hace volar mi mente, mirar al cielo.
Las interminables explosiones nebulosas son los misterios que atrapan la mente de cualquiera que pueda ver su grandiosa inmensidad.
Las estrellas. Los brotes de luz que sembró alguna fuerza en los campos azules de la noche.
O la Luna escondida entre las nubes negras y aterradoras. Mirando asomada, como si tuviea miedo de verse asi misma en su espectral escondite.
Envidio, aveces, a esos que cruzan sus alas y cortan la armonía del cielo tranquilo. Vuelan en el Sol, vuelan bajo su capa luminosa, y traspasan los límites del aire.
He visto tanto en el cielo. Lágrimas que caen desde su amplia figura, amargamente gris, bellamente oscura.
He visto las hojas caidas en el otoño, que muriendo, muriendo un poco con nosotros sus ladrones de aire, intentan con el viento llegar al cielo. Pero su viaje dura poco y caen al suelo, desde donde comprenden, por fin, que está muy alto para ellas, que su lugar en el cielo terminó cuando su rama las botó. Pero no se deprimen. Brillarán de nuevo en sus alturas desde la tierra que se abraza con el horizonte del esplendoroso, soleado, nublado cielo.
He visto que mi vista no se cansa, de descubrir maravillada que el no acaba nunca, y busco en el horizonte, siempre siguiendo mis pies, caminando hacia el cielo...
No hay comentarios:
Publicar un comentario